Mariusz S. Ziółkowski, Mieczysław F. Pazdur †, Andrzej Krzanowski, Adam Michczyński

Algunos problemas de la datación por radiocarbono de las culturas de los Andes Centrales

Publicado originalmente en 1994 en versión inglesa: Ziólkowski et. al 1994

Es evidente que la base de toda investigación arqueológica es establecer la cronología (relativa y absoluta) del fenómeno analizado. En arqueología andina, la datación absoluta se realiza principalmente por el método de datación C-14, y las fechas de los sitios arqueológicos andinos aparecieron en las primeras listas de laboratorio de radiocarbono, a principios de los años cincuenta, es decir, hace más de 40 años. Ciertamente, los métodos termoluminiscente, paleomagnético y de obsidiana se utilizan con mucha menos frecuencia. Desafortunadamente, a pesar de un avance muy destacado en la exploración de las culturas prehispánicas, y del hecho mencionado anteriormente de la aplicación muy temprana del método C-14 en la arqueología andina, la cronología absoluta de esta región sigue siendo objeto de muchas controversias.

Esta situación obedece, entre otras razones, al hecho de que hasta ahora no ha existido un catálogo completo de fechas de radiocarbono para esta región. Los datos estaban dispersos en muchas publicaciones, en varios países, algunas fechas nunca permanecieron inéditas y estaban disponibles solamente en archivos de laboratorios o en posesión de investigadores individuales. Esta situación y las complicaciones derivadas de ella pueden ilustrarse mejor por el hecho de que la obra fundamental "Chronology in New World Archaeology" (Taylor, Meighan, ed. 1978) no contiene un capítulo sobre cronología de las culturas centroandinas.

Pero la idea de un catálogo general de fechas de radiocarbono para las culturas andinas no es nueva. En 1951, Junius Bird publicó la primera lista, con unas 20 fechas. En los años siguientes se han realizado algunos esfuerzos para establecer catálogos para culturas y/o regiones particulares (Engel 1966; Bischof 1972; Ponce Sangines 1972; Burger 1981; Watson 1986) o para toda el área considerada. Los catálogos posteriores de R. Ravines fueron especialmente interesantes (Ravines y Alvarez Sauri, 1967; Ravines 1982). El más grande (Ravines 1982) contiene 752 fechas C-14. De acuerdo a nuestra estimación, aquel catálogo representa alrededor del 25% de todas las fechas disponibles en ese momento, es decir, en 1994.

Por supuesto, el problema no termina simplemente enumerando y publicando información completa de Radiocarbon, por nombrar un ejemplo, entre otras razones porque su revisión publica solo un bajo porcentaje de todos los datos producidos por numerosos laboratorios en la actualidad. Hasta principios de los años sesenta, todavía era posible publicar una lista casi completa de las dataciones nuevas producidas actualmente en Radiocarbon (o antes en Science). Sin embargo, parece que el creciente número de fechas producidas anualmente (muchas decenas de miles, obviamente no solo para la arqueología) ya no podía presentarse en una sola publicación. En los años ochenta surgió la idea de crear una base de datos mundial general de todas las dataciones radiocarbónicas, la denominada IRDB (International Radiocarbon Database). Hasta el momento, este proyecto ha sido solamente reportado, en particular debido a la necesidad de apoyo financiero. En vista de tal situación, la solución alternativa fue comenzar a establecer dicha base de datos limitada a un solo país o un área cultural bien delimitada, aunque teniendo en cuenta la posibilidad de una futura unificación de dichas bases de datos regionales en un sistema más general. En lo que respecta a la región andina, surgen muchos problemas nuevos, a los que ya se han enfrentado nuestros predecesores. El más obvio de estos problemas es la selección de datos y la presentación clara (relacionada con las fechas) con fines arqueológicos. Y así, tenemos tres problemas principales relacionados con los criterios de selección de datos:

  1. ¿Qué tipo de información debería contener un catálogo de ficha?
  2. ¿Cómo determinar límites territoriales y/o culturales y temporales precisos para la investigación?
  3. ¿Cómo estimar la confiabilidad de las fechas, dependiendo del tipo de material de muestra, el método de datación empleado, la confiabilidad general del laboratorio, etc.?

Antes de continuar con la presentación de los contenidos de nuestro catálogo, es necesario ofrecer alguna información sobre nuestros métodos de recolección de datos.

Como ya mencionamos, hemos hecho un buen uso de catálogos anteriores como Engel 1966a, Ravines y Alvarez Sauri 1967, entre otros, así como las listas de dataciones de Radiocarbon, Science y Archaeometry, pero no de forma acrítica, como explicaremos más adelante. También hemos estado en alrededor de 80 laboratorios de radiocarbono en el mundo, solicitándoles que nos envíen sus registros relacionados a las dataciones por radiocarbono para Bolivia, Ecuador y Perú. Recibimos respuestas positivas de alrededor de 45 de ellos; en los que la mayoría de las dataciones ya habían sido publicadas en las revistas mencionadas. Pero en algunos casos, como por ejemplo en el del laboratorio de radiocarbono del Servicio Geológico de Estados Unidos (código W), la mayoría de las dataciones que nos enviaron aún no estaban publicadas. Hemos recibido igualmente una asistencia de gran relevancia del Centre des Faibles Radioactivite Laboratoire Mixte CNRS-CEA en Gif-sur-Yvette, Francia (códigos Gif y Gif A), quien nos ofreció el acceso a todos los registros, información y publicaciones recopiladas en su archivo.

Pronto nos dimos cuenta de que sería conveniente y fructífero contrastar dos fuentes de información: los informes arqueológicos sobre el contexto de las muestras con los detallados informes de laboratorio sobre el método de datación empleado y sus resultados finales. Por ello, cuando terminamos de recolectar los datos de nuestro catálogo, nos dirigimos una vez más a los laboratorios de radiocarbono, quienes habían producido las dataciones recolectadas, y les solicitamos una confirmación de los resultados que hemos reportado. Aquello fue de gran importancia para las dataciones que no se habían publicado previamente en Radiocarbon y eran conocidas solamente por las publicaciones arqueológicas. Las dataciones confirmadas por los laboratorios de esa manera llevan en nuestro catálogo, en el apartado “Referencias”, el código del laboratorio acompañado del símbolo “&” (por ejemplo W&, ver W-310 en la sección de Perú del catálogo). Esta verificación nos llevó a una serie de correcciones; en el Índice 4 enlistamos todas las dataciones en las que aparecen diferencias significativas (> 10 años en la edad convencional AP o el error estándar) según las fuentes de las que fueron obtenidas. Más adelante se analizan algunas diferencias especialmente notables. Somos muy conscientes del hecho de que, pese al agudo control cruzado que hemos realizado, existe la probabilidad de que el presente catálogo no se encuentre exento de errores semejantes. Por lo tanto, le agradeceríamos muchísimo a los lectores que nos informen sobre cualquier error que pudieran encontrar. Planeamos publicar periódicamente correcciones y suplementos del catálogo en un boletín especial.

Como se dijo al inicio, nuestro objetivo no era simplemente reportar las dataciones por radiocarbono disponibles en la literatura, sino ofrecer la posibilidad de comparar los resultados de diferentes laboratorios, producidos en diferentes momentos. Es precisamente en este punto que nos topamos con el primer problema, el cual puede definirse como:

1. Correcciones, mejoras y calibraciones (¿o qué se reportó ciertamente como una datación C-14?)

La descripción detallada de los procedimientos actuales en el campo de los métodos de datación por radiocarbono se discute en el capítulo del Sr. y la Sra. Pazdur (Andes, 1994: 25-62). Por lo tanto, nos limitaremos aquí a presentar algunas consecuencias de los cambios históricos en estos métodos, inmediatamente perceptibles en los datos que hemos recolectado.

  • El problema de los valores exactos de la vida media del isótopo C-14

Entre finales de los años cuarenta e inicios de los cincuenta se realizó una serie de mediciones de la vida media del isótopo C-14, sobre la base de las cuales H. Libby estableció el valor medio en 5568 ± 30 años. Este valor se conoce comúnmente como la “vida media de Libby”. Mediciones más exactas realizadas a principios de los años sesenta llevaron a una reevaluación y a la estimación mejorada de 5730±40 años. Pero con el fin de mantener una escala común en los resultados publicados, se acordó en la Quinta Conferencia Internacional sobre Datación por Radiocarbono en 1962 mantener la “vida media de Libby” como base convencional para el cálculo de las dataciones. Prácticamente, esto significa que, de acuerdo a esta convención, todas las fechas C-14 calculadas se reducen en aproximadamente en 3%. Pero esta diferencia se ha considerado insignificante en comparación con el grado de exactitud de los métodos de conteo disponibles en ese momento, y especialmente con la magnitud de los errores estándar promedio. De todos modos, es posible corregir esta diferencia, multiplicando la edad AP convencional (calculada según la “vida media de Libby” en referencia a 1950) por el coeficiente 1.03 (sin cambiar el valor del error estándar). Aquí debemos resaltar que todos los programas informáticos modernos de calibración (entre los que se encuentra el software elaborado en Gliwice y utilizado para la calibración del presente catálogo) realizan automáticamente esta corrección. En la literatura sobre la arqueología andina todavía es posible encontrar dataciones reportadas en ambas versiones, es decir, contadas con la “vida media de Libby” junto a la vida media = 5730 años, o incluso solo en la segunda forma. Es menester recordar este último ejemplo, especialmente cuando se utilizan programas de calibración por computadora como los de Stuiver y Reimers (1993) para evitar la segunda corrección (por el coeficiente de 1.03) de una fecha ya producida con la vida media = 5730 años.

  • El problema de la precisión de la medición de radiactividad

Como mencionamos con antelación, las primeras dataciones por radiocarbono relativas a la región andina son casi tan antiguas como el mismo método de radiocarbono. Ya a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta se hicieron dataciones para sitios gran relevancia como Huaca Prieta, Paracas Necrópolis, Huaca Negra, Cahuachi, entre otros. Dejando a un lado el mentado problema de la duración exacta de la vida media del isótopo C-14, consideramos necesario recordar el hecho de que aquellas primeras dataciones se produjeron con el método llamado "carbono sólido", bastante impreciso y completamente abandonado en la actualidad. Este método, el cual no discutiremos en detalle aquí (como es presentado en el capítulo por Sr. y la Sra. Pazdur, Andes 1994: 55 y ss), generó considerables imprecisiones, que condujeron a errores estándares de 200 años o más. Además, los resultados de conteos sucesivos de la misma muestra fueron a veces muy diferentes. Tomemos por ejemplo el caso de las dataciones L-116a, producidas sobre una sola muestra de carbón vegetal de Huaca Prieta. El valor informado en nuestro catálogo es 3780 ± 100 AP según la lista de laboratorio. Pero esta muestra fue datada previamente en el mismo laboratorio (Observatorio Lamont) por el método del carbón negro a 3650 ± 400 AP y por la Universidad de Chicago a 4298 ± 230 AP (ver las dataciones L-116a y C-598 en la sección de Perú).

En esos tiempos, así como ahora, algunos autores solían presentar el valor medio obtenido de diferentes conteos, aunque otros presentaban solo el resultado de uno de los conteos, aquel que suponen más aceptable. Por ejemplo, la datación C-271 de Paracas Necrópolis que aparece como 2257 ± 200 en nuestro catálogo, conforme al valor medio dado por Arnold y Libby de dos conteos diferentes (2190 ± 350 y 2336 ± 300), es reportada por Ravines del primer valor solo en 2190 ± 350 (comparar Arnold y Libby, 1951: 119 con Ravines 1982: 170). Aún más significativo es el caso de las dataciones realizadas a partir de un conjunto de átlatls hallados en una tumba en Cahuachi (Nazca). La datación C-521 está reportada en la lista de laboratorio como 2211 ± 200, como un valor promedio entre dos conteos significativamente diferentes: 1681 ± 250 y 2477 ± 200. Aun así, H. Silverman, por mencionar un ejemplo, publicó recientemente solo el primer conteo, debido únicamente a que encajaba mejor con la cerámica Nazca 3 encontrada en la misma tumba, y por lo tanto, rechazó el segundo como aberrante (Silverman 1993: 39). Al mismo tiempo, podemos contemplar otros problemas además de aquel relacionado a las diferencias en los resultados de conteos, como el siguiente:

  • El “efecto Suess” y el estándar de radioactividad

Las dataciones por el método de radiocarbono se llevaron a cabo inicialmente bajo el supuesto de que el porcentaje del isótopo C-14 en la atmósfera no había cambiado durante milenios. Así, la medida contemporánea del C-14 en la atmósfera fue establecida como la referencia estándar. Pero pronto se descubrió que ese no era el caso. Desde mediados del siglo XIX y la era industrial, cuando se expulsó a la atmósfera una cantidad de CO2 libre de C-14 (resultante de la combustión de carbón fósil y petróleo), la proporción de C-14 disminuyó en comparación con la cantidad global de carbono en la atmósfera. Se estableció que esta disminución ascendía a 2.5% en 1950, con respecto a la época preindustrial (ver Suess, 1955: pass., Pazdur y Pazdur 1982: 26), y por ello la antigüedad de las dataciones realizadas en base al "estándar atmosférico" fue subestimado por el mismo cociente de aproximadamente un 2,5%. Por esa razón, tenemos que en las listas de laboratorio de los años ciencuenta aparecen dataciones corregidas por el llamado “efecto Suess” (o “efecto industrial”) que van de +80 a +200 e incluso más años. Un ejemplo imporante resulta el caso del L-122a de Huaca Negra, reportado 3150 ± 90 (como valor medio de dos conteos: 3200 ± 100 y 3050 ± 90), el cual, de acuerdo con la “corrección Suess” produce 3400 ± 90 (ver L/2: 410). Es así como en la literatura arqueológica a veces encontramos, bajo un mismo código, diversas dataciones, dependiendo de si se haya considerado o no la “corrección Suess”. Como ejemplo de esta situación proponemos aquel que aparece probablemente en la serie de dataciones L-268a (1710 ± 80), L-268e (900 ± 70), L-268f (970 ± 70), L-268g (1200 ± 80), L -268h (1430 ± 80), elaborado a partir de muestras recolectadas por Strong en diferentes sitios del Valle de Nazca. Aunque en la lista original del Laboratorio Lamont esas dataciones aparecen como se cita arriba, en la posterior sexta lista del laboratorio de radiocarbono de la Universidad de Pensilvania en 1963 se informó que todas esas dataciones eran 200 años más antiguas, es decir, 1910, 1100, 1170, 1400 y 1630 años, con los respectivos errores estándar sin cambios. Tal parece que aquí nos enfrentamos al "efecto Suess", el cual es ciertamente tomado en cuenta, pero no es mencionado. Lamentablemente, no hemos podido confirmar esta suposición debido a que los archivos del Laboratorio Lamont de esos años no están disponibles.

Por supuesto, los problemas concernientes al "efecto Suess" desaparecieron con la introducción del estándar de radioactividad de ácido oxálico NBS, pero de todos modos, un efecto duradero de esta situación es perceptible en las dataciones de los años cincuenta, que todavía son bastante difíciles de comparar con aquellas producidas después, tanto por la inexactitud de los conteos como por la del estándar de radiactividad. Por lo tanto, aunque presentamos una calibración dendrocronología de aquellas primeras dataciones de los años cincuenta, junto a aquellas posteriores del catálogo, hay que tener en cuenta que son meras aproximaciones y de ninguna manera deben servir como base confiable para la cronología absoluta.

La siguiente causa de modificaciones de las dataciones que conducen a otros problemas con la comparación de resultados producidos en diferentes períodos y que también deben tenerse en consideración es:

  • El "fraccionamiento isotópico" comúnmente denominado la "corrección dC-13"

Este problema es discutido en detalle en el capítulo escrito por el Sr. y la Sra. Pazdur (loc. cit.), en vista de eso, nos contentaremos solamente mencionando que esta pregunta se refiere a cantidades ligeramente diferentes de C-14 contenidas en varios organismos vivos. Esta diferencia se estima con la ayuda de una absorción proporcional similar por parte de los organismos vivos de los isótopos C-12 y C-13, los cuales presentan la ventaja de ser más fáciles de medir.

La base de corrección en el "fraccionamiento isotópico", a veces llamado de forma poco clara "calibración" (un término que puede prestarse a la confusión con la "calibración dendrocronológica") es particularmente relevante cuando se aplica a las dataciones realizadas en muestras de conchas marinas o algún tipo de granos como el maíz. Dependiendo del tipo de concha analizada, esta corrección puede alcanzar los 400 años y para el maíz alrededor de 245 años, etc. (ver los valores exactos en el cuadro 2 del trabajo de Pazdur, loc. cit.). A modo de simple ilustración, consideremos el abstracto caso de los resultados similares de datación de 3150 ± 50 AP, obtenidos de tres muestras diferentes: conchas, maíz y humus. La corrección correspondiente a dC-13 produciría respectivamente 2700 ± 50 AP, 2865 ± 50 AP y 3130 ± 50 AP. Esta situación dificulta el uso de las dataciones antiguas, especialmente cuando no se informa sobre el material de la muestra.

La siguiente fuente de confusión resulta principalmente del llamado "factor humano", relativo a:

  • El “AP, d.C, a.C” y la traicionera cuestión el año “0” (escala de tiempo de radiocarbono)

Al comienzo de las dataciones por radiocarbono se aceptó de manera convencional que la muestra de la edad por radiocarbono sea expresada en años, contados hacia atrás desde el año en que se produjo la datación. Este hábito estaba necesariamente añadiendo por sí mismo un nuevo parámetro de correcciones ya que los resultados producidos en años sucesivos obviamente se referían a diferentes fechas base "0". La importancia de este factor de variación fue insignificante, considerando los amplios márgenes de inexactitud en las dataciones realizadas esos años (ver arriba), especialmente tan pronto (n 1962) como una convención general acordó con establecer el punto "0" de las dataciones C-14 como el año 1950. Para los físicos la cuestión estaba resuelta, pero algunos problemas persistieron con relación a los informes de las dataciones del C-14 en las publicaciones arqueológicas. Por convención, la arqueología ha establecido presentar datos cronológicos en términos de años a.C/d.C. En teoría, el problema de la conversión de la escala AP a a.C/d.C. es muy fácil, ya que consiste simplemente en restar 1950 años de las fechas AP, dadas por los laboratorios. Sin embargo, esta operación elemental ha demostrado no ser de fiar en ocasiones, debido a que surgieron complicaciones complementarias de la traducción de los términos ingleses BC (Before Christ), AD (Anno Domini) y BP (Before Present) al español, donde teóricamente el inglés "BC" corresponde a "a.C." (antes de Cristo), mientras que "AD" corresponde a "d.C." (después de Cristo). Todo esto se complica y se hace aún más intrincado con la aparición de otra abreviatura bastante enigmática, "AC", que en algunas publicaciones parece significar “AD" y en otras se interpreta como "BP". En aras de la claridad de la presente exposición, no discutiremos aquí las diferencias adicionales en el uso de abreviaturas "BC, AD y BP" en letras minúsculas…

Lamentablemente los errores en la interpretación de las dataciones, como resultado de la incomprensión de las distintas abreviaturas mencionadas que acabamos de mencionar, generan ciertamente una distorsión en el catálogo de Ravines y Alvarez Sauri de 1967 y sus consecuencias pueden encontrarse en la lista de 1982 de Ravines. Como ejemplo, en la datación L-268e, cuyo valor correcto reportado en la lista de laboratorio es 900±70 AP (ver L/3: 163), fue reportado por primera vez de forma errada como 900±70 d.C (es decir, 1050 AP - Ravines, Alvarez Sauri 1967: 22) y luego aparece como 2850 AP (Ravines 1982), como una segunda confusión del autor, reutilizando su antigua interpretación errónea con una nueva intervención del 900 d. C. al 900 a. C. (es decir, exactamente 2850 AP). Para continuar, consideremos la conocida fecha W-310, producida en una muestra muy asociada con los dibujos gigantes en el suelo del desierto de Nazca. Su valor correcto, confirmado por el laboratorio, es "<200 AP" (es decir: menos de 200 años de radiocarbono AP -Antes del Presente-) y no 1757 + \ - 200 AP (es decir, 193 ± 200 d.C.), como aparece en el catálogo de Ravines (Ravines, 1982: 174). Los orígenes probables de este error están presentados en el comentario de W-310 (Andes 1994: 479-480).

En ocasiones, este tipo de malinterpretaciones toca una serie de dataciones, por ejemplo en el mismo catálogo de Ravines, todas las dataciones de la cueva de Guitarrero aparecen en la columna equivocada, es decir a.C. en lugar de AP, de tal manera que todas coinciden en tener más de 1950 años (ver Ravines, 1982). En este caso, preferimos creer en un error de las imprentas que en un error de desatención por parte del autor.

En nuestro Índice 4 presentamos todas las dataciones en las que observamos una diferencia significativa en los valores reportados (> 10 años) de la edad AP o el error estándar según diversas fuentes.

Vale la pena mencionar que la conversión de las dataciones por radiocarbono convencionales AP (Antes del Presente) a la escala a.C/d.C era aceptable en un momento en el que se creía que la edad radiocarbónica corresponde aproximadamente a la edad calendario (expresada en años solares). Al menos desde inicios de los años sesenta se hizo evidente que este no era el caso, ya que la suposición de Libby de que el porcentaje de C-14 en la atmósfera era estable durante un largo período de tiempo resultó no ser cierta. En esa situación, parece que la edad radiocarbónica de la muestra refleja más bien su radiactividad, y debería servir solo como base para el cálculo de su probable edad calendario. Este punto nos conduce al siguiente grupo de preguntas relacionadas con:

  • La calibración dendrocronológica

La primera reconsideración de la idea previamente aceptada de la estabilidad del porcentaje de C-14 en la atmósfera llegó con el reconocimiento del "efecto Suess". Con la mejora de las mediciones de C-14, parecía que las dataciones de algunas muestras de edad conocidas (por ejemplo, de las primeras dinastías del Antiguo Egipto) dieron resultados demasiado breves en al menos unos cuantos siglos, incluso cuando se tomaron en cuenta todas las correcciones conocidas en ese entonces.

Teniendo ese punto en cuenta, investigaciones dendrocronológicas específicas (digna de mención aquí es la importante contribución de C.W. Ferguson) llevaron al establecimiento de las llamadas "curvas de calibración" basadas en los cambios de contenido de C-14 en la atmósfera durante el últimos milenio. Gracias a esto, ahora es posible convertir la edad de radiocarbono convencional de una muestra en la edad calendario más probable. Esta cuestión se discute en detalle en el capítulo del Sr. y la Sra. Pazdur, así como también en el del Sr. Michczynski (Andes 1994). Por lo tanto, solo mencionaremos aquí que antes de la aceptación general como estándar de la curva de calibración de Stuiver y Reimers en 1986, otros sistemas de calibración, basados ​​en curvas preliminares y aproximadas, han sido utilizados desde principios de los años setenta. Algunos de esos sistemas se llegaron a aplicar en la arqueología andina, especialmente aquellos de Klein et al, 1974, Damon et al., 1979 y Suess et al. 1982. En el catálogo ANDES citamos esas calibraciones anteriores en el Comentario Arqueológico o Comentario del Laboratorio, a fin de permitir la comparación con los resultados de métodos más recientes (ver el comentario del catálogo). Afortunadamente no con tanta frecuencia, en la literatura especializada nos topamos en ocasiones con casos en los que el autor solo reporta el valor calibrado, sin presentar la edad AP convencional básica. Esto hace que el uso de dichas dataciones sea bastante difícil, especialmente cuando no se menciona el método de calibración utilizado (véanse las dataciones SMU-1787 y SMU-1788 en la sección de Perú).

Otro problema específico relacionado con la calibración dendrocronológica es el de la llamada "corrección para el hemisferio sur". A partir de las publicaciones de los últimos años sobre el análisis de muestras de edad conocidas de Sudáfrica, se observó que el contenido de C-14 en la atmósfera del hemisferio sur es ligeramente diferente (más alto en aproximadamente un 3%) del hemisferio norte, una situación que conduce a una diferencia constante de aproximadamente 30 a 40 años de radiocarbono. Para hacerlo más simple, consideremos que para cualquier datación convencional hecha a partir de una muestra de Perú, por ejemplo, debemos agregar 30 años (es decir, 2050±30 conv. AP debe convertirse a 2080±30 conv. AP, etc.) y solo este segundo valor corregido debe tomarse como base para la calibración dendrocronológica. Hasta ahora todo estaría bien, pero hay que considerar el hecho de que los límites atmosféricos y climatológicos de la zona subecuatorial están lejos de estar tan estrictamente delimitados como el ecuador geográfico. Es más, esta zona es una región de importantes intercambios atmosféricos entre los hemisferios norte y sur. Por lo tanto, es posible que las diferencias en el porcentaje de C-14 en la atmósfera al pasar de un hemisferio a otro, ocurran de forma más gradual que abrupta. Entonces, ¿qué tipo de corrección deberíamos aplicar a una datación realizada sobre una muestra procedente de un sitio arqueológico ubicado en la Latitud 2ºS? ¿Deberían ser 40 años? ¿O quizá solo 15? ¿O incluso solo 10? Y consecuentemente, ¿cuál debería ser la corrección para una muestra recogida en la latitud 10ºS., etc.? Es precisamente por estas dudas, y con el fin de evitar una confusión aún mayor en los datos, que hemos decidido no introducir esta corrección, hasta que las incertidumbre alrededor del valor real para la región entre Lat. 1 N y 20 S pueda resolverse. Sin embargo, es necesario recordar que en algunos laboratorios esta corrección de 30 o 40 años se introduce de forma sistemática. Esto quizá no tenga demasiada importancia para las dataciones del orden de 6000±100 conv. AP, pero se vuelve significativo para las dataciones de alta resolución (con un error estándar de aproximadamente 20 años) de períodos posteriores (por ejemplo, período Intermedio Tardío u Horizonte Tardío). En el catálogo ANDES hay algunas dataciones con la “corrección del hemisferio sur”: es el caso de, por ejemplo, una serie de cinco dataciones del sitio de Yumes en Ecuador (AA-1760, AA-1762, AA-1763, AA- 1764, AA-1765).

A continuación, dedicaremos unas cuantas palabras a la cuestión antes mencionada del:

  • El error estándar o sigma y su lugar en la literatura arqueológica

En cierta forma, puede parecer exagerado mencionar un punto tan trivial aquí, pero consideramos apropiado recordar que una datación convencional C-14 debe informarse de la siguiente manera (un ejemplo elegido arbitrariamente): 3500±70 AP. Esto significa en la práctica que el verdadero valor de la datación (aún en radiocarbono y no en años solares) se sitúa entre 3430 y 3570 conv. AP al nivel de probabilidad del 68%, mientras que con el nivel de probabilidad de aproximadamente el 95%, oscilaría entre 3360 y 3640 conv. AP (ascendiendo a un valor de 2SD a cada lado del valor medio, es decir, 3500 AP). Es solamente el rango de valores entre esos límites (¡y no el valor medio solo!), lo que debería ser el objeto de calibración dendrocronológica. Desafortunadamente, en algunas publicaciones aparecidas en la época en que los arqueólogos (y no solo ellos) confiaban totalmente en la exactitud del método C-14, se nos otorgó cronologías basadas solamente en los valores medios (en años de radiocarbono convencionales) con la omisión total de los errores estándar correspondientes. Así, una de las primeras listas de dataciones se publicó de acuerdo a esta convención: a saber, la de F. Engel en 1963, en la que el autor habló ciertamente sobre el error estándar en su Introducción, pero en la lista misma las dataciones se informan solo como valores medios. En la literatura arqueológica encontramos una cantidad de dataciones para las cuales simplemente no se menciona el valor del error estándar; tal es el caso en nuestro catálogo de la serie de dataciones producidas por el ahora inactivo laboratorio C-14 del Museo de Ciencias de Victoria, Australia (ver V-275 y ss.). Por supuesto, en situaciones similares, la falta total de información sobre el error estándar hace imposible cualquier tipo de calibración dendrocronológica seria.

Al final de este párrafo, en el que exponemos algunos problemas asociados principalmente a la interpretación arqueológica (a veces imprecisa o incluso errónea) de los datos producidos por los laboratorios, quisiéramos continuar ahora con el delicado asunto de:

  • correcciones, inexactitudes y errores en los mismos laboratorios

Un hecho bastante conocido, aunque mantenido muy discretamente, es que entre los laboratorios de C-14 hubo (y todavía hay) una diferencia significativa no solo en la precisión de las mediciones (dependiendo de la sofisticación de los instrumentos utilizados) sino simplemente en la viabilidad de los respectivos laboratorios, dependiendo de otros factores. Esos factores constituyen precisamente el delicado asunto que mencionábamos aquí arriba y sin desear entrar en detalles, tan solo recordamos aquí que con el objetivo de establecer algo parecido a un estándar general de viabilidad, existen intercomparaciones periódicas entre varios laboratorios, que consisten en dataciones de las mismas muestras de edad absoluta conocida. Los resultados de tales comparaciones han sido publicados en Radiocarbon. Por supuesto, la participación en dichos programas de verificación no es obligatoria y por lo tanto no todos los laboratorios activos participan en ellos, pero de todos modos, existe un ranking informal pero bien aceptado de los laboratorios de C-14 según la exactitud de sus resultados. En el programa de calibración publicado por Stuiver y Reimers en 1993, podemos incluso encontrar un coeficiente especial llamado "k" (que va del 1 a 4) que se utiliza para multiplicar los errores estándar (antes de la calibración), según el grado de precisión estimado de los resultados producidos por los respectivos laboratorios, el coeficiente "1" se atribuye a los más fiables, por supuesto. Probablemente no valga la pena mencionar que tal idea de "clasificación formal" (y de esa manera) fue recibida con bastante frialdad, y nunca habíamos oído hablar de un laboratorio que usara otro coeficiente que no fuera "1" para sus propios resultados…

De todos modos, es muy importante reportar el código correspondiente y el número de laboratorio junto a cualquier datación de C-14. Esta deviene en una información fundamental, incluso dejando de lado la cuestión de viabilidad antes mencionada, permitiendo así al usuario dirigirse directamente al laboratorio con cualquier pregunta relativa a una determinada datación, y obtener así más detalles. Desafortunadamente, existe una costumbre bastante frecuente, incluso en la literatura más reciente, de olvidarse de dar la referencia completa del laboratorio o informarla de manera bastante imprecisa. En el presente catálogo a estas dataciones se les atribuye un arbitrario código "ZZZZ". Es menester recordar a su vez que algunos laboratorios, a través de su largo período de actividad, cambiaron sus códigos de identificación y, a veces, incluso la numeración de sus dataciones. Por ejemplo, los primeros códigos de laboratorio de Gif (Gif-sur-Yvette) fueron Gsy y Sa. En el caso de GrN (Groninga) anteriormente era Gro y en el de GaK (Gakushuin) era G., etc. En el caso particular de aquel último, el cambio de código se refiere también a la numeración de las dataciones, por ejemplo la referencia Gak-106 corresponde al antiguo G-606, etc.

Otro problema es que, en ocasiones, los resultados preliminares de los laboratorios llegan a un primer arqueólogo y son publicados sin aguardar por los resultados finales, que en algunos casos pueden ser diferentes.

Un buen ejemplo de una situación semejante se refiere a la datación GX-1127 de Chavín de Huántar, reportada por H. Amat O. como 3150 AP sin el correspondiente error estándar (Amat, 1976: 544). Cuando nos dirigimos a Geochron Laboratories con una solicitud del valor faltante del error estándar, obtuvimos por respuesta de que la muestra analizada había sido demasiado pequeña para permitir una datación (carta del Dr. G. Wilcox, Geochron Laboratories, 27 de abril , 1994). Entonces nos parece que H. Amat O., al publicar la datación 3150 AP se apoyó en una estimación preliminar de laboratorio, sin esperar o sin recibir el informe final. Independiente y enigmáticamente, la misma datación GX-1127 aparece a veces como 3077 AP o 1127 a. C. y esto, como sospechamos, es muy probablemente el resultado de una confusión de la datación en sí y su número de código, a saber, 1127 (ver el comentario sobre GX -1127, en Andes 1994: 285). Además, debemos mencionar también que a veces sucede que los laboratorios no pueden confirmar o enviar más detalles sobre las dataciones producidas, especialmente a finales de los años cincuenta y sesenta, principalmente debido a algunas lagunas en sus archivos. En ciertos casos ni siquiera es posible identificar el número de laboratorio de la datación, por ejemplo, entre otros, toda la serie de dataciones de Cerro Sechín producidas en el laboratorio de radiocarbono de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en Lima (ver PUCP - XX1 - XX16, en Andes 1994: 388 y ss.), las cuales, dicho sea de paso, no aparecen, a nuestro entender, en ninguna de las listas que emite este centro de investigación.

El procedimiento del análisis de las muestras desde su envío al laboratorio hasta la publicación de los resultados es de todos modos tan complicado, que incluso los centros más renombrados no están exentos de cometer ciertos errores. Un caso muy conocido es el de una serie de aproximadamente 400 dataciones producidas por el Laboratorio de C-14 del Museo Británico entre 1980 y 1984, con un error sistemático de aproximadamente 200 años debido a una deficiencia técnica. Tan pronto como se detectó el error, el laboratorio informó sobre el mismo en las columnas tanto de Antigüedad como de Radiocarbono y posteriormente publicó una nueva lista de dataciones corregidas. Desafortunadamente, era demasiado tarde para establecer una corrección exacta para todas las alrededor de 400 dataciones, un problema que se complicó aún más por el hecho de que algunos de esos resultados erróneos ya se habían difundido ampliamente, citados en varias publicaciones arqueológicas. Para los datos recopilados en nuestro catálogo, se trata de cuatro dataciones de Guarumal, Ecuador (BM-1682R, BM-1684, BM-1688, BM-1689) y una de Cusichaca, Perú (BM-1633R). Considerando la posibilidad de errores de los laboratorios (poco frecuentes, es cierto, pero todavía probables), en el caso de hallazgos de especial importancia para la cronología del sitio investigado, se recomienda dividir la muestra en fragmentos con el fin de enviarlos a varios laboratorios para citas independientes.

Esto es precisamente lo que hemos hecho con el caso de un hallazgo sumamente interesante de un entierro precerámico en Cahuachi, Nazca, Perú: luego de cinco dataciones coincidentes obtenidas del Laboratorio de Radiocarbono de Gliwice, el mismo lugar envió partes de las muestras a otros tres (Gif-sur-Yvette, Gif A - acelerador y Groninga). La perfecta concordancia de los resultados de esos laboratorios con los de Gliwice constituyen un fuerte argumento para apoyar la datación precerámica del entierro y la estructura de madera asociada (comparar sección Perú, registros Gd-2994, Gd-2996, Gd- 3441, Gd- 4393, Gd-4394, Gif-8128, GrN-16593 y TAN-89171). Por cierto, esos resultados concordantes constituyen, en cierta medida, una confirmación de la confiabilidad de los laboratorios que participaron en el mencionado cruce de dataciones.

2. El siguiente grupo importante de problemas que encontramos en nuestra empresa gira en torno a la cuestión de la ubicación original de las muestras o, más concretamente, el nombre y la identificación geográfica del sitio donde se recolectaron. Parecería que tal pregunta es demasiado trivial para siquiera ser mencionada, porque evidentemente las dataciones por radiocarbono son principalmente para el establecimiento de la cronología de sitios arqueológicos, de tal forma que al menos el nombre del sitio debe acompañar a cada datación, junto con el código y número de laboratorio. En la práctica, la situación parece a veces más compleja. Está especialmente relacionado con los datos recopilados de los archivos de laboratorio donde la información está basada en descripciones enviadas por los arqueólogos junto a las muestras. Esas descripciones son a veces tan lacónicas y poco precisas que es absolutamente imposible estar seguro incluso del nombre mismo del sitio y su ubicación, por lo que sería demasiado pedir información más detallada sobre el contexto arqueológico. Por lo tanto, las dataciones clasificadas como “Nombre del sitio no identificado” o, en el mejor caso, designadas como, por ejemplo, “Región de Quito” o “Cuartel de Baños”, entre otros tipos similares de localizaciones aproximadas aparecen en nuestro catálogo. Incluso a veces sucede que dataciones identificadas con el mismo código y número de laboratorio (y, por supuesto, la misma edad AP), se atribuyen a dos sitios absolutamente diferentes. Es precisamente el caso de la datación N-87 que en una de las fuentes se atribuye a Paracas y en la otra a La Florida en el Valle del Rímac (ver el comentario sobre esta datación en Andes 1994: 361). Ya que el laboratorio en cuestión ya no está activo, no podemos definir la atribución correcta de esta datación. Una cuestión concerniente es la precisión de la localización de los sitios en términos de unidades administrativas como, por ejemplo, provincias y distritos en el caso de Perú, así como sus coordenadas geográficas. En algunos casos, las diferencias entre las coordenadas dadas por varios autores para el mismo sitio variaron en unos veinte minutos de arco, e incluso sucede que, según los valores reportados, la aldea prehispánica en cuestión debería estar situada lejos en el océano. Los problemas mencionados arriba en torno a la localización y la identificación de sitios generaron relevantes consecuencias para el catálogo, tanto en la presentación de datos como en su indexación geográfica. En primer lugar, por ahora tenemos que renunciar a la presentación de la distribución geográfica de las dataciones en mapas. Esto se debe a que el uso del software MapInfo necesita coordenadas geográficas exactas de los sitios. La verificación de todos esos datos retrasaría considerablemente la presentación del catálogo a los lectores. Por esa razón, decidimos postergar la presentación geográfica para un momento futuro, en uno de los volúmenes del boletín especializado proyectado.

Pero incluso con un nombre bien definido y una localización aproximada, a veces aparecen diferencias bastante relevantes, por ejemplo, en el número del sitio o en su descripción. Por tanto, es difícil establecer si, por nombrar un ejemplo, dos sitios del Valle de Tumbaco (Ecuador), reportados por diferentes autores como Cumbaya Z3B3-021 (Santa Lucía) y Santa Lucía ED16, respectivamente, son realmente el mismo o se trata de dos vecinos. Una situación similar se presenta en particular para la zona de gran concentración de sitios arqueológicos, en la que las dataciones pueden haberse reportado en asociación con un monumento peculiar de la región o con la región o complejo en general. Tal es el caso, entre otros, de los sitios arqueológicos de la Quebrada de Chilca, Paracas, Cahuachi, Ancón, Batán Grande, Caballo Muerto, etc. Incluso en la situación en la que teníamos buenas razones para suponer que algunos de los sitios etiquetados bajo referencias diferentes pero similares de los autores, en realidad se refieren al mismo (ver, por ejemplo, los diferentes "Ancón, sitio El Tanque" o "Qaluyu"). Preferimos presentarlos en el Índice como separados antes que arriesgarnos a una posible confusión. Esperamos ser capaces de introducir las precisiones pertinentes a esa parte de la base de datos en un futuro próximo.

3. El último de los problemas generales que encontramos en la finalización y análisis de los datos para nuestro catálogo fue la cuestión de la atribución de las dataciones a períodos cronológicos clasificatorios de la arqueología andina, un problema íntimamente relacionado a la elaboración de un Índice Cronológico de dataciones. Inicialmente, teníamos planeado atribuir cada datación peculiar en el marco cronológico clásico como Horizonte Tardío, Periodo Intermedio Tardío, Horizonte Medio, etc. para Perú, como base de referencia para el Índice. Sin embargo, pronto aparecieron dificultades muy esenciales: ¿sobre qué criterios debería establecerse tal clasificación? ¿Sobre la base de la estratigrafía establecida por el arqueólogo que recogió la muestra y la envió al laboratorio, o sobre los resultados de la datación absoluta por radiocarbono? En el primero de esos casos, el período establecido según el nivel estratigráfico en el que se tomó la muestra puede ser significativamente diferente de la datación por radiocarbono debido, por ejemplo, a la contaminación de la propia muestra. El resultado de tal elección conduciría a la atribución a diferentes períodos de dataciones de edad absoluta similar, debido a su diferente posición estratigráfica. En el segundo caso, un ejemplo de una atribución de una datación a períodos arqueológicos sobre la base única de su edad de radiocarbono, llevaría al rechazo de todas las evidencias estratigráficas y contextuales.

Si hubiéramos tenido en cuenta solamente las dataciones cuyos resultados hubieran sido completamente analizados y aceptados por los propios arqueólogos, se habría reducido considerablemente el número de dataciones en nuestro catálogo. En esa situación, decidimos incluir en el "Comentario arqueológico" de las dataciones solo la atribución estratigráfica, reportada en términos del período o fase regional. No obstante, construimos el Índice de manera independiente a esta información, considerando solo los valores de la edad de radiocarbono de las dataciones, para despacharlos en períodos de tiempo de radiocarbono arbitrarios AP.

Esos límites corresponden en parte a la cronología cultural de la región andina, y por las razones antes mencionadas, no hemos considerado conveniente atribuirles los nombres de los períodos culturales. Asimismo, conviene explicar las razones por las que hemos optado por construir el Índice Cronológico utilizando la edad de radiocarbono convencional AP y no los valores calibrados, aunque la edad calibrada es obviamente de mayor interés para los usuarios. Existen dos razones principales para tal elección: primero, la mayoría de las dataciones de la región andina se han dado hasta ahora solo en la era de radiocarbono convencional AP. Si hubiéramos producido una conversión calibrada de esas dataciones en el Índice, esto podría haber generado confusión y dificultar así la consulta del catálogo. La segunda razón es esencialmente técnica. Como se expone en detalle en los capítulos de A. Michczynski y A. y M. Pazdur, se ha optado por una forma de presentación de fechas calibradas que consiste en ofrecer rangos de tiempo de determinado nivel de probabilidad, renunciando así a presentar el equivalente calibrado del valor medio de radiocarbono convencional (con los correspondientes errores estándar, etc.). Además, con respecto a las curvas de calibración dendrocronológica descritas, una sola fecha convencional habría producido varios rangos de tiempo de diferentes niveles de probabilidad. En este contexto, la indexación de las dataciones calibradas hubiera sido difícil de presentarse con claridad. La decisión de establecer el Índice Cronológico sobre la base de la edad de radiocarbono convencional AP es un compromiso entre la base teórica que nos habíamos impuesto y la utilidad práctica del catálogo.

Tras haber presentado los problemas principales que encontramos durante la recopilación y clasificación de los datos introducidos en el catálogo, nos gustaría presentar algunas observaciones generales sobre las dataciones presentadas aquí, en el catálogo. En la siguiente tabla podemos ver algunas estadísticas generales:

Categorías de sitios de acuerdo al número de dataciones por sitio: N.º de dataciones
  1% 2-4% 5-9% >10% Total % %
Bolivia 17 58.6 10 34.5 0 0 2 6.9 29 4.5 99 3.7
Ecuador 65 43.3 53 35.3 16 10.7 16 10.7 150 23.6 657 24.6
Perú 182 39.7 177 38.6 59 12.8 41 8.9 459 71.9 1917 71.7
Total 264 41.4 240 37.6 75 11.8 59 9.2 638   2673  

 

La base de datos incluye 2672 dataciones de alrededor de 630 sitios, entre los cuales la mayor parte está representada por muestras arqueológicas, pero también hemos considerado los resultados de otros campos de investigación, como la paleoclimatología o la geología. Sentimos que la información relativa, por ejemplo, a la última glaciación en los Andes o a los cambios en los procesos de depósitos fluviales en la Amazonía podría ser de interés para las reconstrucciones paleoecológicas en arqueología. Notamos que la distribución de las dataciones no es igual para los tres países afectados y el número de fechas de Bolivia es muy bajo. Evidentemente, esto puede depender, en cierto grado, de la consulta insuficiente de archivos relevantes. De todos modos, en comparación con las 657 dataciones de Ecuador, podemos ver claramente que la base para el análisis y discusión de la cronología absoluta de, por ejemplo, las culturas arqueológicas del Altiplano boliviano, son bastante escasas. Otra constatación interesante hace referencia a la cuestión del número de sitios y el número promedio de dataciones por sitio. Los catálogos incluyen 630 sitios, algunos de los cuales pueden aparecer con nombres ligeramente diferentes (por las razones presentadas anteriormente). Afortunadamente, esos casos no son numerosos, por lo que es razonable considerar que el número total de sitios fechados oscila alrededor de 620. Esto produce una media de aproximadamente 4,3 dataciones por sitio, que van desde un número récord de 118 dataciones para el mismo sitio (o mejor decir un complejo arqueológico) de Cahuachi, Nazca (Perú) a 273 sitios con solo una datación por sitio (ver tabla 1). Sin duda, el concepto de “sitio” es bastante vago, ya que puede designar complejos arqueológicos esparcidos a través de varios kilómetros cuadrados, así como también un pequeño yacimiento de conchas. Si continuamos observando la tabla estadística, vemos que para los 30 sitios bolivianos (los diversos sectores de Tiwanaku que aparecen todos reunidos), el valor medio sigue siendo 3,3 dataciones por sitio, pero encontramos que 59 dataciones provienen de solo 3 sitios (valor medio: 29,7 dataciones por sitio), mientras que los 27 sitios restantes tenían solo de 1 a 3 dataciones cada uno (en total 40, valor medio 1,48 dataciones por sitio). Esto no solo refleja la diferencia de importancia de los sitios en cuestión, sino también la actitud de muchos arqueólogos, de a menudo sobreestimar la importancia diagnóstica de una sola datación por radiocarbono. Somos muy conscientes aquí del impacto del factor económico, ya que las dataciones por radiocarbono son bastante caras, sin embargo, quisiéramos insistir en el hecho de que solo una serie de dataciones por radiocarbono de un solo contexto puede ofrecer una base sólida para estimaciones cronológicas. A pesar de ello, a veces, varias dataciones coincidentes realizadas a partir de un solo contexto pueden resultar engañosas. Afortunadamente, esos casos son raros y ocurren solo en condiciones muy específicas, pero, como ejemplo, recordemos el conocido caso del "Hombre de Otavalo" (ver Birm-331a, b, c, Birm-332, Birm- 360a, b, Q-1032 y Q-1033 en la sección de Ecuador).

Observaciones finales

Los problemas presentados a través de este texto hacen referencia al proceso de recolección de fechas de radiocarbono y las diversas limitaciones en cuanto a las posibilidades de su uso para formar escalas cronológicas, podrían dar la impresión de denigrar el método de C-14 en sí y la confiabilidad de sus resultados. Omitir la cuestión de las diversas correcciones y la cuestión asociada a la exactitud de la medición en sí en años de radiocarbono convencionales, especialmente desalentadores, parecen ser algunos de los resultados de la calibración, donde obtenemos un rango de quizás 800 años y no solo para la datación de capas de las primeras fases Precerámica o Paleoindia, pero de alrededor del 2500 AP (véase, por ejemplo, la datación TK-344 en la sección de Perú). Al crear nuestra base de datos y al examinar críticamente los datos recopilados aquí, ¿hemos proporcionado argumentos para aquellos arqueólogos que cuestionan la utilidad del método de datación absoluta C-14? Me parece que desde cierto momento los arqueólogos comenzaron a esperar demasiado del método C-14, tratándolo como un deus ex machina (nomen omen) completamente autoritario en cuestiones de cronología. En semejante situación, sucesivas correcciones y matizaciones en la interpretación de los resultados de la datación por radiocarbono crearon una decepción que a su vez generó desconfianza. Este ha sido quizá un enfoque más emocional que analítico del problema. Todos somos conscientes, por ejemplo, de que técnicas tan fundamentales como la estratigrafía también deparan muchas sorpresas y, a menudo, tenemos que modificar algunas interpretaciones anteriores. Sin embargo, nadie ha cuestionado el sentido de utilizar el método estratigráfico en el trabajo de campo y la interpretación de los resultados de las excavaciones. Nuestro acercamiento a la datación por C-14 debería ser similar, especialmente ahora, en un contexto en el que estamos adquiriendo sucesivas mejoras en la calibración dendrocronológica y actualmente se está comenzando a recuperar la confianza de los investigadores.

Tanto en este artículo como en el del Sr. y Sra. Pazdur (Andes 1994: 25 y ss) hemos discutido diferentes métodos para minimizar las posibilidades de obtención de fechas que no estén de acuerdo con la estratigrafía, o simplemente no diagnósticas desde el punto de vista de la datación absoluta. Aparte de la selección cuidadosa del material para la datación, es de especial importancia la extensión del requisito de datación de series de muestras y no solo muestras individuales de un contexto particular. Esta es especialmente la cuestión al observar si es posible dividir las muestras entre diferentes laboratorios. La siguiente cuestión de extrema importancia es la elección del laboratorio al que se envía la muestra. Por ejemplo, en la investigación de sitios de EIP o MH donde deseamos realizar un análisis de eventos en un período de tiempo relativamente corto, debemos apuntar a obtener fechas con errores estándar no mayores a 40-50 años (algunos laboratorios pueden lograr fechas con errores estándar del rango de 20-25 años). Solo en el caso de tal escala de precisión podemos contar con la recepción de resultados calibrados que sean lo suficientemente precisos para nuestros análisis. Queda ahí la cuestión de los diferentes procesos estadísticos para el análisis de secuencias de fechas de radiocarbono. Desde el área andina cabe destacar el interesantísimo intento de determinar la cronología absoluta para el sitio del Valle de Jama (Ecuador) realizado por Zeidler et al. En todo caso, podemos considerar finalizado el período en el que el uso de una única fecha de radiocarbono era aceptable para la datación de sitios, y los análisis de cronología absoluta se realizan en fechas dadas en años de radiocarbono AP. El método C-14 se ha desarrollado durante más de 40 años y nos ha permitido mejorar el proceso de análisis en sí, así como también definir con mayor precisión sus diversas limitaciones. En relación con la arqueología andina, este método seguirá siendo indispensable durante mucho tiempo. Debido a la imposibilidad práctica de utilizar la dendrocronología en el área medio andina (falta de árboles adecuados) y al uso bastante limitado de otras técnicas de datación (por ejemplo, paleomagnética o termoluminiscencia), el método C-14 seguirá siendo, a pesar de todas sus limitaciones, el más preciso que tenemos a nuestra disposición.

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We are very grateful to Prof. Christopher Bronk Ramsey for his support in the installation of the date calibration system, based on the OxCal program.